¿Cuándo tomarse en serio una epidemia?

Alicia Paredes Nolasco

Comencemos con una cuestión simple: el ser humano es, ante todo, un cuerpo biológico en libertad de movimiento. Después, surge una epidemia como coronavirus en una región con once millones de habitantes, esta región no está aislada y es parte de la segunda economía más grande del mundo. Pero nada de esto importó, antes de que la Organización Mundial de la Salud designara como COVID-19 al nuevo brote de coronavirus, éste ya se había instalado en el imaginario colectivo mundial como el virus chino. Las consecuencias: este nombre le valió a la enfermedad una geografía y una población definidas. Como era de esperarse en un mundo globalizado la movilidad internacional haría imposible que la enfermedad se contuviera en una región determinada y fuera exclusiva de un grupo humano.

Mientras tanto, en España, el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad alentaba a la población afirmando que la epidemia no pasaría de dos casos de los que no valía la pena preocuparnos. Para el 11 de marzo la COVID-19 era oficialmente una pandemia y al día de hoy, tres semanas más tarde el 01 de abril, son más de 8, 000 los muertos,  94, 000 los contagiados y dos semanas de confinamiento parecen una burla.

La incertidumbre parecía dispersarse hasta que el número de muertos y contagios se salía de control y llevaba al Presidente de Gobierno Pedro Sánchez a decretar el estado de alarma que inició el pasado 15 de marzo. ¿Qué le llevó a tomar la decisión de confinar a la población? La cuestión era repetir las acciones implementadas por China a sabiendas de que después de dos meses con esas medidas en aquel país ya han vuelto a la normalidad. Sí, ¿pero alguien competente se preguntó cómo lo había hecho China? Alguien dijo: “¿y cómo confinamos a la población? ¿cuál es el plan de confinamiento?” Todo parece indicar que no, que nadie se cuestionó. Para evidencia de esto el gobierno español fue timado en la compra de un lote de más de 50,000 test falsos a una empresa que no cumplía con las certificaciones necesarias.

Y están los de la liga hanseática

“Yo sostengo que las características clave de la soberanía están emigrando del Estado nación al dominio absoluto del capital y a la violencia política sancionada por la divinidad”.[i] ¿Y la UE? Hago sitio a la cita de Wendy Brown ya que reluce por su ausencia en la gestión de la crisis de la COVID-19. Con indignación España e Italia, se miran marginados a la hora de repartir las mieles de pertenecer al Eurogrupo.

Los polémicos señalamientos de las autoridades de Países Bajos sobre Italia y España surgen en torno a lo que ellos consideran una mala gestión de los recursos, tanto económicos como espaciales al brindar asistencia a las personas de edad avanzada. Con total descaro se preguntan ¿por qué los mayores son tan egoístas como para negarles la vida a los jóvenes? No obstante, la pregunta que debería calarnos es ¿salvar las vidas de seres humanos es gestionar adecuadamente una crisis sanitaria?, ¿qué significa el estado de alarma para el Eurogrupo y para el resto de países en general?

Lo que se ve en España es que un discurso no asegura el confinamiento. ¿Quédate en tu casa?  Ricardo Tejada, profesor en Le Mans, me decía hace unos días que no todos tenemos las mismas casas. No olvidemos en España a los “sin techo”. ¿Cómo confinas a una población tan desigual? ¿cómo restringes la libertad de movimiento ante una pandemia? ¿cómo y qué pasa cuando confinas a una población a gran escala, a la escala de un mundo globalizado?

Madrid, 30 de marzo de 2020


[i] Wendy Brown, Estados amurallados, soberanía en declive, Herder, Barcelona, 2015.

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